sábado, 22 de diciembre de 2007

Atentado contra Embajada de Israel en Argentina

Gracias a Isidoro Winicki por sistematizar este caso.

Ocurrió el 17 de marzo de 1992.

El elegante edificio de la calle Arroyo quedó así






Vale la pena repasar algunos detalles, para evitar que los oscuros de siempre hagan su cosecha con la ignorancia de las personas....

1. Según el Código Penal argentino: No forman parte del territorio argentino las sedes de embajadas y legaciones extranjeras en el país... y a la inversa, las sedes de esas representaciones diplomáticas ante nuestro país constituyen territorio argentino; no obstante ello, con relación a las primeras, resulta de aplicación el "principio territorial" en razón de tratarse de "lugares sometidos a la jurisdicción argentina". Por consiguiente, dado que el atentado fue cometido en territorio argentino (mas concretamente en la vía publica) es competencia de la justicia argentina la investigación del hecho y el castigo a los culpables. Pero como fue contra una embajada la Corte Suprema actuó de oficio. En vista de esto, Israel no se presentó como parte querellante.

2. La lista completa de personal que trabajaba en la Embajada estuvo siempre a disposición de la Policía Federal, y gracias a eso se pudo identificar a algunos de los muertos en la embajada

3. En el momento de la explosión el Embajador no se hallaba presente. Desde hacia cuatro meses estaba prevista la llegada a Argentina la llegada de una delegación de hombres de negocios israelíes, y ese día el embajador estaba en un almuerzo de agasajo para los mismos organizado por la Cámara de Comercio Argentina.

4. En las actas del proceso está la declaración de cientos de testigos que vieron el auto bomba

5. El 13/7/92, se presentó en la causa la pericia efectuada por la PFA, Superintendencia de Bomberos, Dto. de Explosivos. Por otra parte, el día 6/5/92 fue presentada la pericia que realizara la Gendarmería Nacional. Ambas concluyen indubitablemente la presencia de un cráter frente a lo que era el portón de ingreso, de forma ovoidal, con un largo de 4,20m, un ancho 2,80m y l,50m de profundidad.

Éstas son concluyentes en afirmar al lugar en el que se encontraba el cráter, como el epicentro de la explosión. Se llega a esto, no sólo por la existencia del mismo, sino también por las proyecciones balísticas de las esquirlas provocadas por la explosión y el lugar en el que se hallaron cadáveres y personas heridas. Los vectores inversos de las proyecciones, más la existencia del cráter dan como resultante el exacto lugar en el que estalló el artefacto explosivo.

Asimismo, las pericias descartan sin lugar a dudas la hipótesis de la presencia de carga explosiva en el interior del predio de la Embajada.

Las maliciosas dudas respecto de la ubicación del explosivo volvieron a ser despejadas con la presentación de una nueva pericia solicitada por la DAIA, realizada por dos expertos argentinos, académicos de la Universidad de Córdoba, que concluyeron que existe compatibilidad entre los daños y la magnitud de la carga explosiva, habiendo coherencia entre efectos esperados y efectivamente producidos en concordancia con las pericias antes mencionadas.

Además de las constancias periciales que prueban la existencia del cráter y el epicentro de la explosión, las declaraciones testimoniales obrantes en la causa son contestes en afirmar la existencia del mismo. En distintos momentos luego del atentado más de cincuenta personas vieron el cráter y unos pocos manifestaron no verlo por la cantidad de escombros existentes en el lugar.
Gran cantidad de auto partes fueron halladas en la zona del atentado, como asi también en el interior del cráter. Dan cuenta de ellas, tanto las pericias como las declaraciones testimoniales.

6. Los cadáveres y sus familiares volvieron a Israel en un avión fletado especialmente por la compañía israelí ELAL (no en un avión fletado por Menem como maliciosamente se quiere hacer creer).

7. Gran cantidad de auto partes fueron halladas en la zona del atentado, como asi también en el interior del cráter. Dan cuenta de ellas, tanto las pericias como las declaraciones testimoniales.

A partir del hallazgo de estos elementos y la numeración que presentaban, se llegó a determinar que el vehículo utilizado como coche bomba era una pick-up marca Ford F-100, con cúpula modelo 1985. Asimismo se la investigación logro reconstruir la cadena de poseedores de la camioneta, arribando así hasta el último poseedor conocido, quien refirió haberla vendido a una persona de acento portugués, presuntamente llamado Elias G. Riveiro Da Luz.

Nuevas pericias sobre los restos de auto partes halladas en el interior del cráter afirman sobre la identidad entre el block del motor y las mismas, formando todas una única pieza. En consecuencia, camioneta y cráter prueban una vez más el epicentro de la explosión.

8. Cinco de los billetes con los que fue pagado el precio de la camioneta, presentaban inscripciones y sellos en idioma extranjero. Estos fueron reconocidos por diplomáticos argentinos en el Líbano como metodología habitual en la circulación de dólares en el país (similar a endosos) pudiendo identificar incluso algunas de las grafías insertas en ellos.

Desde el día posterior al atentado a la Embajada de Israel, aparecieron en Beirut una serie de comunicados difundidos por todas las agencias periodísticas del Líbano y del mundo.

De los mismos surge la autoadjudicación por la responsabilidad del atentado en manos de la Jihad Islámica, una de las formas de reconocimiento del Hezbollah cuando lleva adelante actos terroristas en países extranjeros.

El mismo fue ejecutado como represalia por la muerte por parte de tuerzas del ejercito Israelí, el 17/2/92, del líder del Hezbollah Abbas Musawi, bautizando a la operación con el nombre de su hijo, muerto también junto a su padre. También se menciona en los comunicados, que el atentado fue llevado adelante por un argentino convertido al Islam. El 21/3/92, también mediante un comunicado y un video, el Hezbollah, por medio de la televisión libanesa, se adjudicó el atentado.
Es preciso tener en cuenta también la serie de amenazas públicas que realizaron los máximos dirigentes del Hezbollah, luego de la muerte de Musawi, referidos a la inminente venganza que el hecho provocaría.

Además de todos los elementos probatorios que hacen mirar al Hezbollah como responsable del atentado, se suman los billetes mencionados con los que se pagó el precio de la camioneta. Como se dijo, uno de los diplomáticos argentinos destacados en la Embajada Argentina en el Líbano reconoció las grafías y los sellos insertos en ellos, como una costumbre propia de ese país al utilizar dólares, reconociendo, asimismo que corresponderían a determinadas familias, algunas residentes en la ciudad de Biblos; y los sellos como correspondientes a casas de cambio de esa ciudad.

2 comentarios:

  1. Zhoram: Como supongo que ya te habrás enterado, hoy se empezó a hacer verdadera justicia. Imad Mugniyeh murió por una explosión en Damasco, presuntamente hecha con una bomba a control remoto.

    Saludos

    tomasito_44

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  2. ATENTADO CONTRA LA EMBAJADA DE ISRAEL: RELATO, CONFESIONES Y DUDAS DE UN CRONISTA

    TOC...TOC...TOC

    Las dudas que aún nos quedan a quiénes escuchamos lo que no se informó y vimos lo que no se mostró. ¿Existió un coche-bomba?. ¿Dejó un cráter sobre el asfalto de la calle Arroyo?. ¿Porqué el embajador israelí suspendió las tareas de rescate cuando aún se presumía que había sobrevivientes en los subsuelos?.

    Por Dante López Foresi

    El 17 de marzo de 1992 quién firma este artículo trabajaba como cronista del programa “Despertar al país”, que se emitía todas las mañanas por el entonces llamado ATC y era conducido por el recordado y extrañado Daniel Mendoza. A las 14,47 hs, momento exacto de la explosión, me encontraba en el estacionamiento subterráneo ubicado sobre Avenida Corrientes esquina San Martín. A pocas cuadras del lugar. Debo reconocer que mi primera impresión fue que se había iniciado un temblor o terremoto. Hay que tener en cuenta que en Argentina fue la primera vez que sufrimos un atentado terrorista con explosivos de tan alto poder. En ese momento solamente tenía mi grabador de mano, ya que también trabajaba en Radio del Plata por la mañana. No recuerdo exactamente porqué ese día no estaba en el canal. Ah si...empezaba mi turno en un par de horas. Corrí todas las cuadras que separan el garage mencionado con lo que quedaba de la Embajada de Israel. Decenas de personas, de cronistas, de argentinos solo atinábamos a mirar con una infantil cara de asombro y de terror y a caminar en círculos levantado trozos de vidrio, de cemento, de ladrillos. Jamás habíamos visto semejante calamidad. Todos recuerdan la conmovedora aparición espontánea de los ciudadanos que –luego de enterarse a través de los medios de comunicación del espantoso atentado- se acercaron a la calle Arroyo para colaborar en lo que fuera necesario. Se les colocó una pechera amarilla pocas horas después. Fue la primera vez que percibí esa extraña mezcla entre aroma y sensación indescriptible de la muerte por asesinato. Allí comprobé que esa muerte despierta un sexto sentido profundo en todos los que sobrevivimos. ¿Miedo?. ¿Espanto?. ¿Aturdimiento?. Si...todo eso y algo que es inexorablemente inexplicable. Pero sigamos con el relato. Esa noche casi no dormí, y a la mañana siguiente se me encomendó el desafío de transmitir en vivo y directo para todo el país y el mundo desde el lugar del atentado entre las 7 y las 9 de la mañana, cumpliendo mis funciones de cronista en el programa del querido Daniel Mendoza. Fue una sensación de honor y de un profundo temor. Todo lo que había aprendido mal o bien del oficio hasta esa mañana quedaba entre paréntesis. Nada servía. Todo se volvía a inventar. Aunque resulte doloroso y sin medir las consecuencias, creo que luego de 15 años siento el deseo y la obligación de contar ciertas cosas que hasta hoy callé, un poco por no lastimar a familiares de las víctimas y otro poco por ese temor que se siente al revivir recuerdos e imágenes tan escalofriantes. Y –sobre todo- no conté nada durante 15 años porque no poseo una sola prueba de lo que voy a relatar a continuación, pero tengo todas las certezas. Todo lo que usted pueda imaginar como morboso y escalofriante es poco: trozos de cuero cabelludo, un ojo, un antebrazo. Me cuesta aún contarlo. Pero lo más doloroso no fue ver eso mientras realizaba mis varias salidas al aire informando sobre la mañana más conmovedora por lo espantosa de la historia argentina, siendo conciente de que en todo el país estaban pendientes de lo que decía con extrema avidez de noticias, sino lo que voy a relatar a continuación y que es, justamente, el único silencio del cual me culpo luego de tantos años de ejercer mi oficio. Recién terminábamos de informar que el embajador israelí había ordenado que se suspendieran las tareas de remoción de escombros. El argumento que se nos brindó fue que “puede provocar más desmoronamientos y si hay sobrevivientes, aplastarlos”. Personalmente, no creí en la excusa. Y recuerdo no haber sido el único.

    Un voluntario se acercó a mí en uno de los cortes y cuando ya no estaba en el aire de ATC y mientras esperaba mi próxima salida. En su mano tenía un palo..un trozo de madera. Me llevó hasta el supuesto cráter que la supuesta camioneta-bomba Ford F-100 había dejado. “¿¿Eso te parece un cráter??”- me preguntó de manera airada. Aunque sea materia opinable y la Justicia haya determinado que tenía 1 metro y medio de profundidad, debo decir que el sentido común me sigue indicando –a quince años del atentado- que lo que vi no era un cráter. Semejante explosión no pudo haber dejado una marca en el asfalto de tan escasa profundidad. Lo que vi no era un metro y medio ni mucho menos. Lo vimos todos los cronistas, pero me hago responsable por lo que personalmente observé. Pensé en esa costumbre tan argentina de convertirnos en especialistas de lo que fuere con tal de “tener la posta” y esa tendencia a ser peritos en materias supinamente desconocidas por nosotros, y decidí no ahondar sobre la cuestión. Además, estábamos realmente desbordados por versiones, evidencias y hechos que debían ser informados y nunca opinados. Todo era realmente caótico y no había tiempo ni espacio para detenerse en "detalles". Solo habían pasado unas pocas horas desde la explosión. Una pregunta que aún me hago, quizás por ignorante y desinformado: ¿alguna vez se publicaron fotografías de los restos de esa supuesta camioneta que la Justicia dijo haber hallado?. Lo pregunto solamente de puro desinformado. Sigo. Este voluntario –de quién no sé su nombre y a quien jamás volví a ver- no era el “cráter” lo único que quería mostrarme. Había visto y escuchado mi último informe por ATC y se acercó a mi decidido a presentarme pruebas. Me tomó del brazo pidiéndome “acompañame por favor”. Me llevó hasta donde –según se decía- se encontraban los primeros subsuelos de la embajada. Se encontraba en sentido opuesto a la pequeña sala que había sido improvisada como “centro de operaciones” de los amateurs rescatistas voluntarios en una edificación lindera con la embajada. Me llevaba del brazo hacia la zona de la embajada más cercana a la calle Suipacha. Una versión circulaba insistentemente: debajo del sitio exacto donde nos dirigíamos habría algo que el gobierno israelí no estaría dispuesto a mostrar al público y que deseaba esconder celosamente. Y recordemos que el terreno de una embajada es considerado diplomáticamente como territorio del país al cual representa. ESE LUGAR puntual era territorio israelí. Una guardia numerosa de la Policía federal nos impedía a los periodistas o voluntarios llegar hasta la zona. Recordemos que las labores de rescate estaban suspendidas por órdenes del embajador. ¡A pocas horas de ocurrido el atentado!. Los agentes del Mossad (servicio de inteligencia de Israel) ya estaban en el país. Todo era terriblemente desconcertante y confuso y, reitero, era la primera experiencia argentina en atentados de semejante magnitud. El muchacho que me guió, que no llegaba a los 30 años, golpeó 3 veces en el suelo (suelo argentino...a centímetros del suelo considerado como israelí) con ese trozo de madera. Y escuchamos, solo él y yo, como desde las profundidades nos devolvían el mismo código de comunicación: “TOC..TOC...TOC...”. Era la prueba de que aún quedaban sobrevivientes. Inmediatamente corrí al móvil de exteriores de ATC y pedí que me dejaran salir al aire de manera urgente. Mi intención era hacer público mi descubrimiento o, mejor dicho, el descubrimiento de ese voluntario anónimo. Es más. Todos los voluntarios insistían ante los cronistas que había sobrevivientes y era un verdadero crimen suspender las tareas de rescate. Desde el canal me dijeron: “Esperá Dante...ya viene Daniel (Mendoza) y contale a él”. La respuesta de Daniel fue: “Todavía no digas nada...esperá”. Esperé una eternidad. Seguramente fueron pocos minutos, ya que Daniel estaba aprovechando una tanda publicitaria para...¿para qué?. Pero sentí esos minutos como una vida entera cargada de ansiedad. Y lo noté a Daniel tan ansioso como yo por dar a conocer esa información lo antes posible. No olvidemos que Daniel Mendoza fue uno de los mejores (sino el mejor) cronista de Argentina. La distancia de los años me impide recordar detalles, como el tiempo que demoró una voz desde el canal a través del móvil de exteriores en decirme: “Dante...ni se te ocurra decir todavía lo que viste o escuchaste...después Daniel te va a explicar”. “¡¡ Pero van a dejar morir a personas...no sean hijos de puta !!”- grité. La respuesta fue un “quedate tranquilo”, y después...el silencio. Así ocurrió, palabras más, palabras menos. Ninguna prueba. Ofrecí acercarme al lugar con cámara y micrófono y que se escuche en vivo y directo lo que yo había escuchado. Fue en vano.

    Lo que acabo de relatar es una confesión cargada de culpa que me persigue desde aquel fatídico marzo de 1992. ¿Porqué no lo dije antes?. Para decir algo debe haber alguien dispuesto a escuchar y resolver. Era 1992. Siempre me inspiré en decir solo lo que pudiera probar. Y así lo hice, hasta hoy. Nunca hablamos con Daniel Mendoza sobre el episodio. Nunca pregunté. Sabía las respuestas. ¿Para qué preguntar?. Presiento que Daniel quedó -hasta su trágica muerte- con la misma frustración que yo por no poder investigar más a fondo y permitirme salir al aire cuando lo supliqué. Solo lo presiento. El presidente era Carlos Menem. Si mal no recuerdo el Ministro del Interior era José Luis Manzano. ¿O Carlos Corach?. No recuerdo ni tengo ganas de buscar esa información ahora...¿qué más da?. Eran lol mismo y simbolizaban lo mismo. Trabajaba para un programa independiente, pero en el canal oficial. No fui empleado de ATC jamás. La Corte Suprema era abiertamente menemista. Horas después, miles de almas se habían concentrado en la avenida 9 de Julio aplaudiendo a rabiar al embajador Yizak Avirán. Al mismo que ordenó la suspensión de las tareas de remoción de escombros. La solidaridad argentina estallaba, y me recuerdo mirando a la multitud pensando "si supieran". Las tareas de remoción de escombros se reiniciaron uno o dos días después. Poco tiempo después quién fue removido de su cargo fue el embajador. Nunca volvimos a escuchar sobre su destino. Un par de años más tarde un atentado aún más brutal como el perpetrado contra la AMIA hizo que aquel 17 de marzo de 1992 quedara sepultado en la memoria de los argentinos como un episodio difuso y difícil de recordar en detalle. Sepultado. Es una palabra que para mi cambió de significado desde aquel marzo de 1992. Sepultados. ¿Dejaron morir a personas para que no se descubra algo que había en los sótanos de la embajada?. ¿Habrán sido ciertas esas versiones?. ¿No es demasiada coincidencia que la orden del embajador fuera casi simultánea con la llegada al país de los primeros agentes del Mossad?. ¿Porqué ese voluntario me eligió únicamente a mi para presentarme esa prueba?. ¿Solo porque desde el único televisor que tenían en su “búnker” los voluntarios estaban sintonizando ATC?. ¿Será cierta la "pista israelí" de la que tanto se habla?. ¿Matar a su propia gente?. Esos sonidos que escuché..¿habrá sido pura sugestión causada por el horror?. Respuestas que jamás conoceré.

    Recuerdo que hasta pasado mucho tiempo luego del episodio, nuestros diálogos entre cronistas que habíamos cubierto el atentado giraba siempre en torno de esas dudas. Por mi parte, solo una vez conté a un grupo de compañeros lo que ese voluntario me mostró. Noté gestos incrédulos. Opté por no repetir la historia. El único capital que poseemos los periodistas es la credibilidad. Ellos, optaron por lo mismo que yo: seguir trabajando y cubriendo las noticias que desde las redacciones nos ordenaban. Hasta que en 1995 decidí no volver a trabajar en relación de dependencia, cosa que sigo haciendo. Recién hoy confieso los motivos de mi renuncia a una de las mejores radios del país en 1995 para lanzarme a tientas a buscar hasta hoy un espacio propio. No puedo acusar a nadie. Como dije, no tengo pruebas. Jamás fui un fabulador y lo demostré hasta ante la Justicia en otras circunstancias. Pero ese episodio no es una anécdota más. Ya no espero que algún día se confirme judicialmente y luego de investigaciones profundas lo que personalmente vi y escuché. ¿Acaso el crimen fue esclarecido?. ¿Hubo voluntad del gobierno y la Justicia de los `90 por esclarecer semejante aberración?. ¿Hubo voluntad de Israel por hacer Justicia?

    Hoy en la AMIA ciertos objetos son conservados como recuerdos y símbolos de ese horror, en memoria de las víctimas. No conozco que haya ocurrido lo mismo con los restos de la Embajada. Y menos, con lo que haya permanecido en los subsuelos. Es una incógnita que jamás se develará.

    Concluido este artículo no crea que me siento más desahogado. Hay tres sonidos que vienen a mi cada 17 de marzo. Y otros días también. Casi todos los días: TOC – TOC – TOC.

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