domingo, 11 de mayo de 2008

Extraordinario artículo de Guy Sorman





¿Qué es el Occidente?
Por Guy Sorman

END - 19:04 - 03/05/2008

PARÍS

Todo el mundo ha escuchado alguna vez hablar acerca del “choque de civilizaciones”. Este concepto de Samuel Huntington se ha vuelto universal. En los años 50, el economista francés Alfred Sauvy tuvo un éxito comparable con la expresión “tercer mundo”. Una de las razones de que estas frases lograran una amplia aceptación es su falta de una definición clara. El “choque de civilizaciones”, básicamente Occidente contra el resto, supuestamente describe el mundo tal como es. En realidad, el Occidente es lo suficientemente vago como para incluir una gran variedad de áreas sin describir sus características unificadoras.

Entonces, ¿qué es exactamente el Occidente? ¿Qué significa la “occidentalización”? ¿Por qué Japón se considera occidental y no China? ¿Dónde se ubica Shanghai, en este contexto? ¿Es Rusia parte de Occidente?

A partir de estas incertidumbres podemos concluir que el Occidente no es una entidad geográfica. Probablemente se estableció como marco mental cuando los griegos, hace 25 siglos, se percibieron como occidentales frente a los persas orientales. Puesto que Occidente no ha perdido base territorial desde entonces, la frase “el Occidente” se ha convertido en una noción universal en lugar de local.

Ser occidentales o estar occidentalizados es, por sobre todo, un marco mental que no coincide con ningún continente ni ninguna nación o religión específicas. Parece ser que el error de Huntington fue confinar a Occidente dentro de fronteras nacionales: no hay un mapa de Occidente.

Ningún mapa puede funcionar cuando algunas naciones asiáticas son occidentales (Japón, Taiwan), cuando grupos no occidentales (los musulmanes de Europa) habitan en países supuestamente occidentales, cuando algunos países orientales se encuentran parcialmente occidentalizados y algunos países occidentales (Rusia) no están occidentalizados del todo. Finalmente, resulta más fácil definir las fronteras mentales de Occidente, más que sus fronteras territoriales.



Creo que el Occidente es una mentalidad definida por tres características fundamentales que no se pueden encontrar con facilidad en las así llamadas civilizaciones orientales: pasión por la innovación, capacidad de autocrítica e igualdad de género.


“¿Qué hay de nuevo?” es un saludo personal desde la época helenística que refleja la esencia de la mente occidental. Por el contrario, un no occidental pondría la tradición por sobre la innovación.



Sin embargo, la innovación como valor fundamental explica los avances científicos de Occidente frente al Oriente. Explica los conflictos inevitables con las conservadoras sociedades no occidentales, además de explicar lo que deberíamos llamar la “occidentalización de Occidente”.


Occidente tiene tendencia a destruir sus propias tradiciones, incluidas sus religiones.

El economista Joseph Schumpeter definió este proceso como una “destrucción creativa”. El término se puede aplicar a todos los aspectos de la vida en Occidente.

Los conservadores occidentales no tiene menor tendencia a la destrucción creativa que los liberales occidentales: de hecho, los conservadores son bien conocidos por inventar tradiciones. Piénsese, por ejemplo, en el Primer Ministro británico Benjamín Disraeli, que inventó la mayor parte de las supuestamente viejas tradiciones que existen alrededor de la monarquía británica. La innovación en Occidente parece ser un proceso interminable y autotransformador.

Incluso más que la innovación, la autocrítica es una característica definitoria de Occidente. En la mayoría, si no todas, las civilizaciones no occidentales, el orgullo y el amor propio excluyen la autocrítica o al menos la crítica de la civilización propia. Un verdadero académico o estudioso chino o musulmán no se puede definir como verdaderamente chino o musulmán por ser crítico de su propio mundo. No es tan así en Occidente.



El académico occidental sigue disfrutando de una perfecta legitimidad si rechaza a muerte los valores occidentales: no hay ningún Nietzsche chino o musulmán que diga que su propio Dios ha muerto. ¿Existe un Montaigne chino o musulmán dispuesto a escribir que los “salvajes” pueden ser más sabios que nosotros, como hizo Montaigne en la Francia del siglo XVI?

Por supuesto, debe de haber algún Montaigne o Nietzsche chino o musulmán, pero no se considerarían faros de sus civilizaciones. La autocrítica, no el amor propio, y el relativismo cultural son los bloques fundamentales de la mentalidad occidental.

Lo mismo ocurre con la igualdad de género. No siempre ha sido así: en las antiguas religiones griega, judía y cristiana las mujeres eran percibidas como inferiores a los hombres. Sin embargo, por décadas esta noción ha generado pugnas y polémicas en Occidente. Hoy en día, la igualdad de género se ha convertido en la norma, lo que no ocurre en la mayoría de las civilizaciones no occidentales. Algunos podrían argumentar que la igualdad de género es consecuencia del proceso de modernización, no de la occidentalización. Esto puede ser cierto, pero claramente el estatus de la mujer es un tema que hace que los musulmanes no occidentales se opongan a Occidente.

Si aceptamos la definición anterior del Occidente como una mentalidad, se abren tres importantes interrogantes: ¿Se puede modernizar el Oriente sin occidentalizarlo? ¿Dónde trazamos la línea entre Oriente y Occidente? ¿Seguirá siendo occidental el Occidente?



Hasta hoy, no hay ningún caso en la historia de una modernización no occidental; el discurso sobre los valores asiáticos, iniciado en Singapur, es básicamente un discurso político. Sólo después de adaptar sus mentalidades hacia la innovación y la autocrítica los países asiáticos han podido modernizarse.


Esto no los hace menos asiáticos. Los coreanos o japoneses contemporáneos siguen siéndolo completamente, pero son más cercanos a un occidentales que sus ancestros. De manera similar, un egipcio o un saudita moderno estará más a la par con un francés o un estadounidense que con un árabe antiguo.

¿Hace esta occidentalización que el egipcio o el saudita sean menos auténticamente árabes? Este debate se da en todas las sociedades orientales, lo que nos lleva al verdadero choque de civilizaciones: todas las sociedades de la actualidad se encuentran fragmentadas entre partidarios y detractores de la occidentalización. Este choque al interior de las civilizaciones acerca de lo que significa la modernización es más significativo que el supuesto conflicto de Huntington entre entidades geográficas.

La controversia acerca del significado esencial de la modernización, también conocida como una crisis de identidad, tiene efectos en los países occidentales también. Vastos grupos que habitan en Occidente, fundamentalistas occidentales y no occidentales, combaten el interminable proceso de occidentalización en nombre de la tradición. Muchos desearían detener el motor mediante pretextos como la ecología o la identidad, pero una sociedad occidental donde no se pueda comenzar el día preguntando “¿Qué hay de nuevo” dejaría de ser occidental.




Guy Sorman, filósofo y economista francés, es autor de Empire of Lies.



Copyright: Project Syndicate/Institute for Human Sciences, 2008.

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