domingo, 14 de septiembre de 2008

Diálogos socráticos

Dialogo, debate, polémica...

Todos estos modelos producen beneficios similares en cuanto a desarrollar habilidades comunicativas como hablar y escuchar, respetar la diversidad de opiniones y generar ideas y aprendizaje a partir de la experiencia colectiva.

Sin embargo, el punto que diferencia los debates socráticos de las otras prácticas similares es que las opiniones, las ideas, los puntos de vista, no son encontradas ni excluyentes. No hay una idea que deba imponerse sobre otra, no se requiere defender una postura atacando las desventajas de la otra, porque el método pretende evitar la confrontación y ésa es su riqueza y fortaleza.


En los debates hay opciones confrontacionales, que intentan imponerse demostrando que el adversario está equivocado, se escucha al adversario para encontrar los puntos débiles que pueden atacarse con argumentación tan impecable como implacable.

El diálogo tiene la capacidad de ampliar (incluso de cambiar) los puntos de vista de vista propios a la luz de los argumentos, en cambio el debate suele reafirmar las propias posturas, exacerbando las diferencias.

El diálogo suele ser una instancia de evaluación de los supuestos previos, en el debate los supuestos suelen utilizarse como dogmas inmutables. El respeto mutuo está claramente mejor resguardado en un diálogo que en un debate.

Hace dos mil cuatrocientos años Sócrates se paseaba por las calles de Atenas rodeado de jóvenes que, al contacto con el Maestro, se encontraban asombrados ante el conocimiento. Conocimiento que partía en la propia interioridad al cumplir el mandato délfico: Hombre, conócete a ti mismo.

Su método de enseñanza, conocido como mayéutica, se estructura a partir de preguntas y respuestas y así sigue funcionando después de casi dos milenos y medio. Así sigue usándose para la enseñanza en colegios y universidades.

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