Un edificio que almacena armamento, donde se preparan ataques y desde el que se lanzan cohetes y morteros contra el enemigo es una instalación militar, por mucho que un letrero en la puerta diga "escuela".
GEES
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Si existe un deber moral y político de todo Gobierno en guerra es el de mantener a sus ciudadanos lo más lejos posible del conflicto militar.
Y ello por una cuestión básica: la única justificación de la guerra es la defensa de los propios y ésta empieza por mantenerlos a salvo de los choques militares.
Por eso un Ejecutivo cuya prioridad durante un enfrentamiento militar no sea mantener a sus mujeres y niños alejados, cuanto más mejor, del combate, es un Gobierno inmoral e ilegítimo.
La distinción combatiente-civil se marca primero en el propio bando.
Por eso, las naciones civilizadas señalan con claridad los lugares inequívocamente civiles, hospitales o campos de refugiados, y por eso el clásico derecho de guerra los consideraba intocables y veía cómo la peor aberración posible era la utilización de éstos con fines militares.
Un país en guerra siempre debe procurar el máximo refugio posible a sus civiles, porque a ellos se debe.
El carácter militar o civil de una persona o lugar estriba en su finalidad. Una persona cuyo objetivo es hacer la guerra es un combatiente; una instalación cuya finalidad sea hacer la guerra es una instalación militar.
A Hamás no se le puede exigir que evite las bajas entre sus civiles.
Pero sí se le debe exigir que haga todo lo posible por evitarlas.
Evidentemente no es así, y a nosotros no nos coge de sorpresa, aunque algunos fingen indignación.
En Gaza, un médico que esconde bajo las camas de su hospital un arsenal no es un civil, es un combatiente disfrazado de civil, que es algo muy distinto y
bastante más repugnante; y un maestro que utiliza las aulas con fines militares
es un combatiente.
Que utilice mujeres y niños –con o sin su consentimiento o conocimiento– no lo hace un civil, sino un combatiente que utiliza a los suyos militarmente involucrándolos en el conflicto y haciéndolos parte de él.
El caso de Hamás es de una aberración inhumana.
Desde hace veinte años se marca como objetivo el asesinato de israelíes de toda condición, militares o civiles. No sólo no tiene interés en diferenciar entre combatientes y no combatientes, sino que siendo éstos últimos un blanco más fácil, no duda en dirigir sus ataques contra ellos.
Pero lo malo no es que Hamás busque aniquilar a los civiles que considera sus enemigos. Lo malo es que busca deliberadamente borrar esta distinción entre los propios palestinos, entre aquellos que están a su cargo, lo que constituye un crimen de lesa humanidad.
Un edificio que almacena armamento, donde se preparan ataques y desde el que se lanzan cohetes y morteros contra el enemigo es una instalación militar, por mucho que un letrero en la puerta diga "escuela".
Lo mismo puede decirse de viviendas, hospitales y mezquitas.
Un edificio cuya finalidad es rezar es una mezquita; un edificio cuya finalidad es curar enfermos es un hospital; un edificio cuya finalidad es albergar a una familia es una vivienda. Deben ser intocables.
Pero un edificio utilizado para lanzar cohetes, preparar ataques y almacenar armas es una instalación militar, aunque en la puerta cuelgue el letrero de "mezquita", "hospital" o "vivienda".
Lo civil no es lo que uno dice que es civil, sino lo que es ajeno a lo militar, que es bien distinto.
Un cuartel militar pintado de rosa no deja de ser un cuartel militar.
Durante años, la democracia israelí ha protegido a los civiles de los miles de cohetes yihadistas, desarrollando sistemas de protección para los suyos, con la finalidad de salvar sus vidas.
Mientras, Hamás –movimiento totalitario– ha hecho justo lo contrario: militarizar la sociedad palestina, mezclando lo civil y lo militar hasta límites que podemos llamar estrictamente belicistas, convirtiendo la sociedad palestina en parte de la estrategia de guerra de aniquilación contra Israel.
Resulta absurdo decir una y otra vez que no está militarizado lo que Hamás ha militarizado y dice que ha militarizado.Y hoy, conforme la ofensiva israelí avanza, todo parece indicar que esta actitud se intensificará.
Cada vez más, los no-combatientes serán fagocitados por Hamás en el conflicto.
Mientras el Gobierno de Hamás los coloca en línea de tiro, son los israelíes los que más empeño están poniendo en evitar la muerte de civiles palestinos.
Conforme las hostilidades avanzan, queda más claro que Israel representa el bando de la moral y la humanidad en la guerra, y Hamás el de la inmoralidad de la guerra total.
Por ello debemos desear que la victoria israelí sea clara y rotunda. Las dificultades son muchas. Veamos si lo pueden conseguir.
GEES, Grupo de Estudios Estratégicos.
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