El autor de Campos de Londres habla de su última novela, House of Meetings , y de su próximo libro, The Second Plane , recopilación de los artículos que le inspiró el 11 de septiembre de 2001
Sábado 20 de octubre de 2007
Por Juana Libedinsky
http://adncultura.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=953649&pid=3376076&toi=5283#lectores
Hay pocas cosas más románticas que ver a un escritor armando su biblioteca. Pensar dónde colocará sus favoritos, si se inspirará en alguno antes de archivarlo o qué libros excluirá apasionadamente a último momento (¿por qué?; ¿celos profesionales?; ¿una carta de amor que nunca debió ser escrita escondida entre sus páginas?).
Sin embargo, justo cuando llega adn CULTURA, quien está colocando pesados volúmenes en los estantes vacíos de la magnífica casa eduardiana, casi en el borde de Regent s Park, no es Martin Amis, "el más original de los escritores británicos vivos, peligrosamente flaubertiano o maravillosamente joyceano", "el más dotado de los escritores de hoy" o, simplemente, "brillante", según escribieron respectivamente The Independent , Irish Times y Financial Times tras el éxito de su último libro, House of Meetings , que en la Argentina publicará en breve Anagrama (ver aparte).
No, el escritor descansa en sus laureles -o, más bien, gentilmente sirve un vino blanco helado y se enrolla un cigarrillo, listo para la entrevista- mientras su hijo Louis, que estudia griego y latín clásico en la universidad, queda a cargo de las decenas de cajas de libros de todo tipo y tamaño que fueron archivadas cuando la familia se mudó a Uruguay, y que ahora hay que acomodar.
Es comprensible que Amis no esté con mucho tiempo para dedicar a la redecoración del hogar. Si bien nadie esperaba que el regreso a su país natal pasara inadvertido, pocos esperaban que realmente "cavara un hueco tamaño Martin en la vida cotidiana británica", como escribió The New York Times . Al éxito de su novela -considerada por muchos la mejor o, al menos, la mejor desde Campos de Londres - se sumó su nombramiento como profesor de escritura creativa en la Universidad de Manchester, lo que llevó a masas de estudiantes a peregrinar al norte de Inglaterra. Pero, sobre todo, fue notable su presencia constante en los medios, en entrevistas televisivas o en ensayos de 12 mil palabras en los principales diarios de izquierda, con los que criticaba ferozmente al islam fanático y acusaba precisamente a la izquierda de antisemitismo.
Por su supuesto, la reacción fue voraz. "El planeta Blitcon" llamó The New Statesman a Amis y a sus amigos Ian McEwan y Salman Rushdie (mezcla de británicos, literarios y neoconservadores), pero Amis no se echa atrás y su próximo libro será una compilación de sus polémicos ensayos publicados a partir del 11 de septiembre de 2001, más dos cuentos cortos sobre el tema del terrorismo. Saldrá a comienzos de 2008 y su nombre, adelanta a adn CULTURA, será The Second Plane , en referencia al segundo avión que se estrelló contra las Torres Gemelas.
"Tras el primer avión contra las Torres Gemelas uno podía pensar que se estaba frente a un gran desastre aeronáutico. Al chocar el segundo, supimos que el mundo, como lo conocíamos, iba a cambiar", sintetiza. Y aclara: "Al principio, por esa cosa culposa de la izquierda racional, pensé, como muchos, que éramos responsables, que algo tendríamos que haber hecho para merecer una cosa así. Pero después me di cuenta de que el terrorismo no es un fenómeno racional sino todo lo contrario, que no es una respuesta directa a Occidente sino una locura derivada del fanatismo. Por suerte, veo que la opinión pública de a poco va cambiando hacia esa forma de pensar."
De hecho, hace poco The Observer (el dominical del principal diario de la izquierda británica, The Guardian) publicó una nota en respuesta a los ataques de Terry Eagelton, un académico comunista (que llamó a Amis "camorrero fascista"), en la que decía que era "una bendición y un alivio" el pensamiento del "mayor gimnasta de la lengua de nuestro tiempo", como calificó a Amis.
El mundo privado del escritor, mientras tanto, permanece bastante bucólico. Clio y Fernanda, sus hijas de 7 y 10 años, convertidas en perfectas inglesitas -toda la charla con LA NACION ha pasado a ser en la lengua de Shakespeare y hablar de "championes" o tardes juntando cangrejos, como hacía Amis en el Uruguay, ya es cosa del pasado- comentan animadamente su día en la escuela. Isabel Fonseca, su mujer, se prepara para una salida a la noche y adelanta que está terminando un libro, el segundo después de su aclamado estudio sobre los gitanos en Rumania, publicado hace una década. Y así como detrás de la pileta en José Ignacio Amis tenía un espacio adonde se escapaba para trabajar, en Londres también tiene un santuario privado en el fondo del jardín -"quincho" lo llama también en broma-, donde invita a pasar para hablar del aclamado House of Meetings y de los libros y proyectos que le seguirán.
-Usted ya había abordado los horrores de la Unión Soviética en Koba el temible, si bien en forma de ensayo. ¿Por qué decidió volver al tema?
-Porque así es como funciona el proceso de escritura. Uno investiga cierto tema y lo absorbe con el cerebro, y luego de a poco se va metiendo en la médula también. Entonces un par de años más tarde uno se encuentra con que le quedaron más cosas que decir, no en la forma de un ensayo que se escribe con la cabeza, sino en forma de ficción, que es algo más corporal. Me di cuenta, además, de que en Koba... no había hablado mucho de los campos de trabajo forzado, y encontré en el libro Gulag, de la historiadora Ann Applebaum, una pequeña pero irresistible sección donde abordaba las visitas conyugales que eran permitidas. Era una anomalía total, un resabio de las ideas progresistas de Lenin, que jamás hubieran existido en Auschwitz, por ejemplo, un fenómeno moderno y bárbaro al mismo tiempo. Después se me ocurrió el argumento de dos hermanos carcomidos por los celos que despertaba en ellos una mujer, y me di cuenta de que de la mezcla podía salir una novela interesante. Eso sí, lo pasé pésimo en el proceso, me sentía culpable por estar escribiendo sobre un sufrimiento personal tremendo y una opresión del Estado tan absoluta desde mi maravillosa casa uruguaya sobre el mar, rodeado de mi mujer espectacular y de mis hijas divinas que jugaban en la playa. El tema es que no podía ir y pasar diez años en un campo de trabajo forzado en el Ártico. Pero sí podía sufrir mientras trabajaba y eso hice por muchos meses; recién al terminar empecé a sentirme bien con la novela.
-¿También se había sentido culpable cuando escribió La flecha del tiempo, en que toma el tema del Holocausto?
-Era distinto porque La flecha del tiempo lo escribí desde el punto de vista del victimario, pero este lo escribí desde el punto de vista de las víctimas, que es tanto más difícil. ¿Cómo entender esta tremenda furia del Estado, que desciende sobre uno, y transmitirla en palabras que les hagan justicia a las verdaderas víctimas? Es muy duro. Más aún con las olas del mar rompiendo suavemente a tus pies y las golondrinas en la puesta del sol, se lo aseguro
-Sin embargo, en Uruguay una vez me dijo que podía escribir en cualquier parte porque todo pasaba por su cabeza, que lo que lo rodeaba le resultaba indiferente.
-Sí, pero me parece que me estaba mandando la parte. Ayuda mucho cada tanto refrescar los sentidos. Recuerdo cuando era joven y estaba escribiendo Los campos de Londres: todos los días me forzaba a salir a caminar por Londres y no me permitía volver a casa hasta no haber capturado algo interesante, algún detalle significativo. Siempre son los detalles los que hacen las buenas novelas. Cuando uno es mayor tiene más detalles absorbidos para usar, así que no es del todo falso lo que le dije, pero es bastante complicada la relación entre el lugar donde uno está, las experiencias que tiene y lo que escribe. En general, lo que pasa por dentro está un poco atrasado con respecto a lo que se vive físicamente: todavía está digiriendo algo anterior. La gente piensa que escribir ficción es una actividad cerebral, pero la verdad es que involucra todo el cuerpo; la prueba más fehaciente es que cuando se le da un giro en falso a una novela, duele algo en el estómago y no en la cabeza.
-¿Por qué se fueron de Uruguay? ¿Y qué tal la nueva vida como profesor universitario en Inglaterra?
-De haber tenido voluntades libres, Isabel y yo posiblemente nos hubiéramos quedado en el Uruguay. Pero en vez de voluntades libres tenemos hijos, y la escuela de Punta del Este nos encantaba y era muy dulce, pero adecuada sólo para cuando Clio y Fernanda eran chiquitas. Además, tengo tres hijos grandes que están instalados cerca de Londres y eso fue lo que nos trajo aquí en vez de llevarnos a Nueva York. Todas las razones que nos trajeron tuvieron que ver con chicos. Respecto a los otros chicos, los alumnos, la cosa recién empieza pero estoy entusiasmado. Entre las clases, Will Self y yo armamos una sesión abierta para hablar sobre el oficio de escritor. El primer consejo que Will les quería dar a los aspirantes a escritores era que se consiguieran un trabajo de verdad, pero al final lo modificamos y les recomendamos que se consiguieran un trabajo que les diera un ingreso fijo de día y escribieran al volver a casa. Will rechazaba de plano la idea de que se pudiera enseñar a ser un escritor autosuficiente, pero conseguí que moderara el discurso. Aunque, la verdad, son pocos los que pueden lograrlo: los metería a todos en el vestíbulo de casa y sobraría lugar.
-Según declaraciones a los medios ingleses, usted no piensa ser cruel con sus alumnos.
-Por supuesto que no voy a ser cruel con ellos: tengo demasiada reverencia por su juventud. Igual, todavía no sé cuánto voy a estar corrigiendo lo que ellos escriban. Hasta ahora me limité a enseñar Dostoievski y Nabokov. Es maravilloso ser profesor porque me fuerza a releer a los grandes autores. Si bien lo intento, nunca logro sentarme con 200 páginas de literatura rusa; siempre estoy muy ocupado leyendo cosas relacionadas de alguna manera con lo que estoy escribiendo en ese momento. Pero es un error. Si uno se fuerza a romper con todo y a pasar varias horas con un gran libro, los beneficios al escribir se sienten casi enseguida.
-¿Alguna vez cae en la tentación de leer thrillers, best sellers de aeropuerto?
-La verdad es que cuando sale uno de estos libros de los que todo el mundo habla, en especial thrillers, trato de leerlo y pienso que voy a pasar, al menos, un rato placentero. Pero en general lo que ocurre es que no solo los encuentro estúpidos y vulgares, sino que me parece que no se entiende qué pasa, que no hay argumento detrás. He tenido momentos maravillosos de lectura con El padrino y Tiburón, por ejemplo, pero en general los thrillers me decepcionan tanto que ya no los leo.
-¿Y qué hay de los grandes best sellers como El código Da Vinci o Harry Potter?
-Bah, odio todo eso. Salman (Rushdie) me habló diez minutos intensos, como solo él puede hacerlo, sobre El código Da Vinci, que me dejaron aniquilado. Le pareció absolutamente ridículo y con un argumento tan débil que no lo podía creer. Estaba furioso, se puso a decodificar el código, como dicen ahora, y decía que no tenía sentido, reventó el libro entero. Es muy probable que yo lea algo pesado de ciencia e historia, aunque sea popular, pero definitivamente no necesito la literatura como forma de escapismo. Harry Potter tampoco logró interesarme, pero Fernanda en cambio escribió una extraordinaria continuación a la serie y se la publicó The Guardian. Es perfecta, no metió ninguna pata.
-¿Así que ya hay otro escritor en la dinastía Amis?
-Sí, otra tortura de escritor, nomás. Pero no, mentira, ella sí tiene una personalidad maravillosa.
-Pasemos de personalidades a personajes: en particular a los de su último libro, la irresistible Zoya, "con un cuerpo curvo como el continente americano", y los dos hermanos que trágicamente se la disputan. ¿De dónde salieron?
-Como cada vez que escribo un libro, hubo un par de críticos que afirmaron que mi personaje femenino era una fantasía, mientras que los hombres eran reales. Mi respuesta es: "No, muchachos, perdónenme pero estoy bastante acostumbrado a mujeres lindas a mi alrededor, lamento que tengan que creer que son una fantasía". Porque existe esta idea de que los novelistas nos casamos con unas brujas horribles y entonces nos limitamos a soñar sobre papel con mujeres que están buenas. Después están los dos hermanos que se la disputan a muerte. Yo tengo un hermano apenas más grande a quien adoro y con quien, salvo en un par de ocasiones, no tuvimos dramas de ese tipo. Pero recuerdo que una vez él y un íntimo amigo se enamoraron de la misma mujer y mi hermano me dijo: "Si sobrevivo a esto, no me muero nunca más". Por eso, cualquiera que tenga un hermano o hermana, o alguien así de cercano, sabe que uno a veces puede tener sentimientos bastante primitivos hacia él o ella y la tarea del escritor es simplemente explorar esas emociones de manera imaginativa. Cuando uno tiene un hijo, todos te dicen "¿Ayy, pero cuándo le darás un compañerito de juegos?" El chico no quiere un compañerito de juegos: quiere a su mamá y a su papá para él. Eso es lo que sintieron primero mis chicos varones, después las mujeres. Recuerdo que cuando llevé a Fernanda al hospital a ver a Clio recién nacida le empezó a decir bajito: "Bebé, bebé, desaparecé".
-¿Y qué viene después?
-A principios del 2008 saco un nuevo libro, The second plane, basado en ensayos periodísticos que escribí entre 2001 y 2007 sobre el 11 de septiembre, más un par de cuentos cortos sobre el tema. Arranca con una nota que publiqué el 18 de septiembre de 2001, que no está mal, pero denota a una persona tan shockeada con lo que pasó que parece alucinada: está llena de fiebre y de rumores. En esa nota, de manera ligeramente naïve también culpo a Occidente; por esta inocencia de la izquierda racional, no pude evitar pensar que tenía que haber una razón detrás del atentado. A mí me tomó años darme cuenta de que esto no tiene nada que ver con la razón, de que los responsables son grupos que explícitamente renuncian a la razón, y por lo tanto también a la moral, porque la moral se basa en ella. Sin razón y sin moral, estamos frente a un culto a la muerte doblemente loco, porque es una ideología dentro de una religión. Estamos frente a un problema que, naturalmente, tiene que ver con una masculinidad en crisis.
-¿Cómo es eso?
-Si uno lee a Said Qtub, el filósofo preferido de Ben Laden, por ejemplo, ve cómo de su visita a Occidente en 1948 y 1949 volvió profundamente aterrado por las mujeres liberadas. Es gente a la que la libertad femenina le da pánico porque el patriarcado les permite conservar los últimos vestigios de poder frente a su impotencia en el escenario mundial. Así que protegen su última pequeña fortaleza, llenos de pánico ante las mujeres, casándose con ellas cuando son niñas y todavía no logran asustarlos. Es todo un tema de impotencia masculina. Por eso, la única solución es darles poder a las mujeres dentro de los regímenes islámicos. Si eso ocurre, será explosivo. De lo contrario, para que haya un cambio desde adentro como sería deseable tendrían que pasar siglos, la Reforma, el Iluminismo, pero el tema es que no estamos en el siglo XVI sino en el XXI y hay tantas armas dando vuelta...
-¿Cuál debe ser la línea con Irán entonces?
-Creo que los armamentos nucleares fueron puestos sobre la tierra para darnos estos insoportables dilemas, pero Irán no debe tener una bomba. Está la bomba de Pakistán, la bomba sunnita y así estaría la bomba shiita. Además, como dijo un diplomático israelí, la destrucción mutua asegurada no es un elemento disuasorio para Irán, sino todo lo contrario. El gran desafío en Occidente es cómo lograr entender que hay gente que piensa así.
-¿Y se está logrando?
-Aghhh, por supuesto que por mis artículos fui llamado neoimperialista y todo eso, pero siento que la opinión pública está cambiando, que ya no creemos que un atentado suicida sea nuestra culpa, sino que es una patología, una locura, no la habitual historia de las injusticias que cometimos y que después se vuelven contra nosotros. Hay algo de eso en lo que ocurre, pero lo que está en juego es un problema mucho más profundo y repulsivo que responde a otros parámetros.
-Uno de los artículos que más olas levantó fue aquel en el cual escribió que se debía poner una mayor presión sobre el musulmán medio para que reaccionara y no dejara que sus hijos se conviertieran en fundamentalistas islámicos
-Sí, lo escribí poco después los atentados en Londres. Creo que la gran mayoría de los musulmanes están absolutamente espantados con lo que se está haciendo en el nombre del islam y están intimidados. Es decir, durante la Inquisición no había muchos que salieran a decir, "Eh, muchachos, ¿no estaremos llevando esto demasiado lejos?", porque sabían que serían ellos mismos los siguientes en ser torturados. No digo que sea lo mismo, pero sí es significativo que toda la pasión, todo el sentimiento de estar haciendo lo correcto pase lo que pase viene del lado de los extremistas, y la única forma de combatir eso es tener pasión y sentir que se está haciendo lo correcto, pero con un espíritu combativo al estilo de Nelson Mandela o de Mahatma Ghandi. Hace falta un héroe de la no violencia que surja entre los musulmanes para dar voz a todos aquellos que, por supuesto, están asqueados de ver lo que ocurre.
-Y, naturalmente, también levantaron infinidad de comentarios en los medios sus artículos sobre antisemitismo y antiamericanismo a su regreso a Gran Bretaña
-Cada país europeo tiene sus propias razones para odiar a los Estados Unidos; todo tiene que ver con la pérdida de poder relativa de Europa, este sentimiento de que el poder fue usurpado por una nación de gente con cerebros pequeños y autos grandes. En Francia tienen una serie de razones espantosamente complicadas para odiar a los Estados Unidos. Recuerdo la explosión de sentimiento antifrancés en los Estados Unidos.: cuando a las french fries (papas francesas, como les dicen a las papas fritas) las empezaron a llamar freedom fries (papas de la libertad) y todas esas estupideces, en la revista Face se decía bastante gráficamente "¿Quién va y desata a Francia del árbol y la ayuda a encontrar su bombachita cada vez que Alemania acaba con ella? Nosotros, etc., etc.". Después, claro, está el antiamericanismo a la española, a la italiana Con el antisemitismo, en Francia, ciertamente la cosa sigue en el fondo, a pesar de la culpa por haber deportado a 800.000 judíos, pero en Gran Bretaña el antisemitismo es distinto y está atado al peor tipo de esnobismo, el del estilo club de golf, y una parte de ese antisemitismo es el que tiñe la reacción ante Israel. El antiamericanismo y el antisemitismo son lo peor de Inglaterra que encontré a mi regreso, sobre todo en gente de centro izquierda que ha terminado como apologista de grupos que son racistas, misóginos, imperialistas y genocidas. Pero a la vez encontré que, a pesar de sus faltas, de sus millones de problemas, vivir allí es vivir en una sociedad multirracial realmente exitosa. Es una idea muy extraordinaria, con buenas posibilidades de volverse una extraordinaria realidad también.
adnAMIS
Es uno de los mayores estilistas de la literatura en lengua inglesa de la segunda mitad del siglo XX. En sus novelas combina la virtuosa elegancia de la tradición anglosajona con una inteligente invención verbal y un imaginario que incorpora referencias al mundo norteamericano. Aunque se lo considera el más estadounidense de los escritores ingleses últimamente se ha interesado por la ex Unión Soviética y los países del Este. En cada nuevo libro prueba que lucidez e irreverencia no son necesariamente incompatibles
sábado, 20 de octubre de 2007
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