miércoles, 26 de marzo de 2008

Con su permiso, don Rotemberg

Tomasito me envió esta excelente nota suya, don Rotemberg. Se me piantó un lagrimón al comprobar que usted es un auténtico paisano santafesino, como yo. Me encantó, me encantó, y doy fe que las cosas son así como usted las cuenta, así que lo publico acá....



PARÓ EL CAMPO, NOMÁS




Foto: Gauchos judíos de Moises Ville én el desfile del 9 de Julio

Autor: David Rotemberg

David Rotemberg integra el staff de humoristas de Crítica de la Argentina. Pero mucho antes que soñara con vivir de la mordacidad fue un gaucho judío en su Moisés Ville natal. Aquí cuenta el campo que conoció, su gente, la mirada provinciana sobre los impuestos a las retenciones, la carencia de un Moyano de los chacareros, y el dudoso humor porteño que lo impulsó a escribir, como excepción, en serio.

El otro día escuché cómo el humorista de una radio trataba el tema del paro del campo. El sketch era más o menos así: un estanciero con acento macriano quejándose de las retenciones, del precio del gasoil para su 4x4 y explicando los motivos del paro en millones de euros. Un poco exagerado, pensé, pero muy gracioso y efectivo. Ahora bien, ¿a quién estaba imitando este pibe? Los campesinos que yo conozco -y entre los que me crié hasta mis 18 años- no hablan así, no tienen ese tipo de problemas. No son estancieros, sino productores (¿habrá visto este pibe alguna vez a otro productor que no sea el típico gritón de los pasillos de radio y televisión? ¿Sabrá que el productor del campo se levanta todos los días a las 4 de la mañana para arrear terneros y vacas de ubres generosas? ¿O pensará que es igual que el productor de teatro, que a la misma hora pero en la ciudad arrea sus perras, gatos y yeguas de ubres generosas?)

El paro del campo ya lleva seis días. ¡Qué lo parió, paró el campo! Gran logro de un pibe de 37 años, ministro él.

Me crié en un pueblito santafesino de 3.000 habitantes llamado Moisés Ville que, además de ser la cuna de la colonización judía en nuestro país, está ubicado en plena cuenca lechera (bah, ex cuenca lechera, ya que hoy hasta en la tierra acumulada entre los dedo’e las patas se siembra soja, ¿vio?). O sea, soy judío y campesino: doblemente sufrido, doblemente llorón, siempre mirando pa’arriba a ver qué manda el Señor (en un caso el Todopoderoso, en otro el Ministropoderoso de turno). No me quedó otra que ser humorista, como el pibe de la radio.
Y paró el campo, nomás. Y el ministro éste dice que “el paro es exagerado”. Mire, pibe, desde que leo los diarios (desde hace 25 años cuando me mudé a Capital, ya que al pueblito llegan al mediodía, cuando más que noticias ya son historia) siempre leí la clásica promesa electoral “vamos a bajar/eliminar las retenciones al campo”. Hoy es la primera vez que leo que las suben. ¿A quién carajo está imitando este pibe? (el ministro, no el humorista).
¿Qué significa esto de las retenciones? Que a una actividad, hoy día muuuy rentable, que ya paga miles de millones de impuestos, hay que incrementarle un impuesto más: el impuesto al éxito de la exportación a todo el mundo. Porque el mundo está cagado de hambre y tiene plata, y la Argentina está aprovechando para vender a precios increíbles. Y, como los particulares venden, el Estado en vez de colaborar para mejorar dicha actividad, la aprieta, la estrangula, la asfixia. No va a comprarle alimentos al campo para -subvención mediante- venderlos a su gente. ¡Nooo! Ese tipo de medidas acá no existen. Acá se subvenciona el peaje de una ruta aún no construida, pero no al campo. ¿Cómo el Estado argentino va a colaborar con una actividad dedicada al trabajo? ¿Producir, laburar? ¡Ni en pedo! Mejor impuestos y servicios (¡Oia! ¡Qué parecido al menemismo! ¿Lo estará imitando este pibe? Me refiero al ministro).
Basta recordar cómo en los 90, para bajar el precio de los lácteos, se importó leche ¡de Uruguay! Con todo respeto, compare el tamaño de Uruguay y el de nuestro país, y le parecerá un chiste propio de este pibe, el humorista (aunque también sería digno argumento del pibe-ministro).

Un ejemplo que ilustra lo que es el campo, una actividad económica que, por supuesto, busca producir ganancias para quien la realiza, pero que reparte la riqueza como pocas otras actividades:

Después de la crisis de 2001, uno iba a las ciudades cabeceras de zonas rurales (Rosario, Rafaela, Córdoba, etc.) y las veía moribundas, con actividad casi nula, hechas mierda. ¿Por qué? si la mayoría de sus habitantes no viven de la actividad rural, si sus habitantes no son estancieros como los que ridiculiza este pibe (el Humorista, no el Ministro).

En esa misma época, uno de los pocos vehículos que se vendió en nuestro país fue la Toyota Hi-lux. ¿Por qué? Porque con nuestra economía hecha bosta (y no de vaca, sino de animales políticos) alguien en una concesionaria se iluminó y propuso el canje de esta camioneta por cereales. ¿Por qué? ¡Porque es lo único que se le ocurrió no habiendo otros verdes en el mercado!

Hoy uno va a Rosario, Rafaela, Córdoba, etc., y todo está muchísimo mejor, entre otras cosas porque el productor de campo ganó plata. ¿Y qué hizo? ¿Especuló? ¿Se la guardó? ¿La sacó a Suiza cual gobernador santacruceño? Nones. Reinvirtió: compró herramientas, maquinarias, semillas, servicios veterinarios y de ingenieros agrónomos, etc. Y también la gastó: arregló su casa, cambió su camioneta –a lo mejor 4x4–, pero no para que su mujer lleve a sus hijos al jardín cual estanciero imitable en radio capitalina, sino porque le sirve para trabajar en el campo, andar por el pueblo, y también para lavarla y viajar seguido a la ciudad cercana a comprar ropa, comida, útiles escolares, una computadora, y –los menos– hasta para meterse en un crédito para un departamentito para que sus hijos vayan a estudiar más adelante a la ciudad.

“No nos gusta que nos extorsionen con medidas de fuerza”, dijo Alberto Fernández. Nunca le escuché esa frase cuando algún gremialista -sea Gordo o Panzón del otro bando- sale de la Rosada con el arreglo firmadito bajo el brazo para cancelar la medida de fuerza supuestamente extorsiva. Y eso es porque un paro en Capital “molesta” muchísimo más que un paro del campo.

Porque -esto hay que decirlo– “los del campo” nunca tuvieron un dirigente como la gente (bueno, los obreros tampoco, pero eso es tema para otra nota). No, los dirigentes del campo tienen más que ver con esos estancieros a los que satiriza este pibe (el muy buen humorista), dignos representantes de los 4 ó 5 que manejan el precio de la soja y la carne, y a los que por ahí deberían aplicárseles las leyes existentes sobre monopolio. Nada que ver con el que labura de sol a sol en el campo para arar-sembrar-cosechar, o para que la vaca -tras criarla-alimentarla-cuidarla-vacunarla durante cinco años- nos dé la carne, la leche, el queso, el cuero y todo lo que nos contaron en la escuela.

Entonces viene a mi memoria un viejo personaje de Luis Landriscina: Don Verídico, que cuando oía una pelotudez semejante a la de este pibe (me refiero a los dos), le decía: “¡Cómprese un criterio, hombre!”.

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