Es muy extraño que, en el medio de la negociación agraria, de repente aparezca un motivo para culpar a "los agricultores" (así en general), de provocar quemas de pastizales tan, pero tan grandes, que cubren la ruta 9, Buenos Aires y Montevideo...... Que han provocado múltiples accidentes, principios de asfixia por monóxido de carbono.... Y a todo esto, el Gobierno, la Secretaria de Medio Ambiente Picolotti (con su espléndido presupuesto billonario)... No tienen medios, parece, para saber quién está prendiendo semejante fuego....
No es raro? No es extraño que se quiera culpar a los ganaderos del Delta, personas que tienen explotaciones de subsistencia?
Pues bien, acá va una historia que fue publicada por el medio local de San Pedro (localidad que queda enfrente del delta) y que puede mostrarnos por dónde puede venir la mano... y cómo los amigos del poder muestran sus garras para nuestro criollo "Incendio del Reichstag", que permitirá dejar mal parados a los agropecuarios ante todo el mundo... incluyendo todos los discursos que está dando hoy la Presidenta.
Primer capítulo: Los inversores pioneros
Cualquier habitante de San Pedro que promedie los 50, tendrá fresco el recuerdo de aquella aventura que proporcionó tanto trabajo y representó un impresionante desafío para quienes demostraron que esa porción de tierras entrerrianas, eran aptas para producción. Construyeron terraplenes, puentes, galpones para el personal, instalaron maquinarias, lograron la transformación mediante el sistema de polders y cañerías, y hasta descubrieron que algunas especies vegetales autóctonas podían ser comercializadas con éxito en el exterior, por poseer valores nutricionales extraordinarios.
Alguna vez, en Lechiguanas llegaron a trabajar más de 300 personas y plantar millones de álamos y sauces. Había allí 80 cm. de humus en la base de la tierra. Setenta equipos completos de tractores pesados, formaban parte del equipamiento para desarrollar las tareas.
Pese a las buenas operaciones realizadas, nadie se preocupaba por llevar adelante el proyecto, la parte forestada ya tenía 7 años y un suculento porvenir de tratos comerciales con Papel Prensa.
El sueño terminó La creciente de 1981, terminó con todo. El agua y los saqueos se llevaron los miles de dólares invertidos, y por ende, el valor inmobiliario de la zona pasó a ser ínfimo.
Segundo capítulo: El ave de rapiña amigo de Duhalde
Allí apareció quien con buenos contactos y una astucia inusitada, compró el territorio a precio vil: Victorio Gualtieri.
El hombre considerado la mano derecha de Duhalde en las obras públicas y cuestionado por su velocidad para hacer fortuna, comenzó con un gran plan de inversiones a solicitar dinero fresco al Banco de la Provincia de Buenos Aires.
Nunca pagó y lo poco que hizo en el lugar se limitó a una pantalla, para quienes tenían que auditar qué se hacía con el dinero del banco bonaerense.
Años más tarde una comisión bicameral liderada por el Diputado Provincial Mosquera, denunciaba a la entidad y a su directorio por haber entregado millones de dólares a empresas que más tarde aparecieron como “insolventes”. Entre otras, Gualtieri, la curtiembre Yoma, Showcenter, el Parque de la Costa y varios más.
Tercer capítulo: El retorno del malandra estafador
Los desaguisados de Gualtieri terminaron en quiebras y convocatorias que no evitaron –como sucede a menudo en el país- la creación de una nueva sociedad radicada en Uruguay conocida como Deltagroup y otra en argentina denominada Deltagro S.A. que en el año 2005, tenía como objeto la “explotación agropecuaria” y su domicilio fiscal en la Avenida Córdoba 315.
Entre los días 26 y 27 de Febrero en las Lechiguanas, una comitiva compuesta por tres personas, de las cuales una se presentaba uniformada, comenzó a recorrer las viviendas que desde hace casi un siglo, se erigen humildemente sobre las costas de las islas entrerrianas.
La mayor parte de la población vota y se abastece en San Pedro, pero… la jurisdicción judicial está establecida en Entre Ríos.
Los tres hombres que se acercaban a los domicilios traían en sus manos, contratos de “comodato” y se mostraban prepotentes y apurados frente a los isleños.
En menos de dos días, casi todos los habitantes sellaron su propia sentencia, reconociendo con estos contratos, LA PROPIEDAD de Deltagro, que unos días antes se había ocupado de colocar los carteles blancos con letras negras que decían “Deltagro S.A. Propiedad Privada”.
La redacción de estos documentos tiene ribetes escandalosos, en algunos de los ítems hasta se les prohíbe a los pobladores tener vacas o caballos, producir, cosechar o desarrollar cualquier actividad no autorizada por “el Comodante”.
Engañados vilmente, en apenas unas horas firmaron la pérdida de sus derechos de posesión y propiedad.
En los casos en los que la comitiva que responde al mando del abogado de Deltagro, Marcelo Sánchez, se encontraba con algún lugareño que se atrevía a hacer alguna pregunta, otorgaban un plazo mayor o simplemente exhibían las armas que llevaban como muestra de autoridad.
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