domingo, 12 de octubre de 2008

Auge y caída del socialismo petrolero



Por Manuel Malaver

Es fácil explicarse la causa de la creciente, patética e incontrolable ofuscación que satura los discursos del Chávez de los últimos días: seguro que entre batalla y batalla, revolución y revolución, socialismo y socialismo le llegaban reportes de la caída estrepitosa de los precios del petróleo en los mercados mundiales.

Un precipicio que se abrió bajo sus pies un día después del histórico 11 de julio pasado cuando la cotización del crudo alcanzó el techo de los 147,50 dólares el barril, pero que era imposible llamara la atención del fundador del socialismo petrolero, del modelo económico y político con el cual se propuso rescatar de los escombros del muro de Berlín al socialismo del siglo XX, intoxicándolo, de paso, con la ingenua fantasía de convertir al capitalismo “moribundo” en financista de la pérdida gigantesca de recursos que significa mantener en pie un sistema que niega las leyes del mercado, la competencia y la productividad.

Y es que, cualquier político menos ingenuo, irracional, rupestre e ideologizado habría concluido que se llegaba al límite en que comenzaban a cumplirse las peores predicciones de que una recesión atizada por el alza incontenible de los precios del crudo estaba tocando la puerta, y habría aterrizado, habría empezado por despedir al doctor Cagliostro de la política petrolera de mayores precios y menos producción, al aprendiz de brujo de origen alemán, Bernard Mommer, quien debe estar pensando en este momento que destruir al capitalismo requiere algo más que lecturas trasnochadas del “Das Kapital” de Carlos Marx.


Chávez, por el contrario, prefirió ponerse a la cabeza de los radicales de dentro y fuera de la OPEP, de gente como el presidente de Irán, Mahmoud Ahmadinejad, del número uno de la Corporación Petrolera Nacional de Libia, Shukri Ghanem, del ministro argelino de petróleo y actual presidente de la OPEP, Shakib Khalil, y del presidente del gigante petrolero ruso Gasprom, Alexei Miller, para anunciar eufórico que el precio del crudo terminaría el año a 200 dólares el barril y se dirigía a colocarse en un momento del próximo año en 400
.

De modo que, característicamente, fin del capitalismo, del imperialismo, del neoliberalismo y de los Estados Unidos, y regreso del socialismo real, del stalinismo y del castrismo, y ahora sí para quedarse y de la mano de este adolescente tardío caribeño, parroquial y etnocentrista que jamás se enteró de que lo único cierto en la economía de nuestro tiempo es la globalización, cuya ley básica es el principio caro a la astrofísica y la geotermia que se conoce como “Efecto Mariposa” y según el cual, el aleteo de una mariposa en lo más profundo de la selva centroamericana es suficiente para provocar una reacción en cadena que termine en catástrofes como la tormenta Odile o el huracán Katrina.


Contimás en el tejido profundamente imbricado, interconectado, interdependiente, interactivo y proactivo de la economía contemporánea, donde las operaciones bursátiles y de otro tipo, como consecuencia de la revolución tecnológica, viajan a la velocidad de la luz y el aumento de un centavo en el precio del crudo puede ser suficiente para que los hambrientos de Asia y África tengan menos arroz, los pobres de Europa menos trigo, y los de América menos maíz.


Pero nada que conmueva a los petroadictos, a quienes el periodista norteamericano, Thomas Friedman, ha etiquetado en su ensayo “La primera Ley de la Petropolítica” como petrodictadores, a aquellos cuya hambre es una ambición psicopática insaciable por la concentración de más y más poder que los transforme en una suerte de tiranos galácticos cuyos misiles consisten en disparar los precios del crudo cada vez que amanecen de mal humor.



De ahí que Chávez y su combo se apresuraran en junio pasado a boicotear la reunión de Jedda, un evento convocado por el Rey Abdoullah de Arabia Saudita para encontrar a representantes de los principales países productores y consumidores, a 7 organismos internacionales y a las empresas petroleras y de inversión involucradas en la producción, distribución, mercadeo y especulación con los hidrocarburos, y expresar así su preocupación por lo que calificó “de injustificada escalada de precios , así como la incidencia de dicha escalada en la salud de la economía mundial” según reseña el experto petrolero venezolano, Elie Habalian, en su brillante artículo: “Los cuatro jinetes petroleros del Apocalipsis” publicado el 12 de agosto en “Petroleumworld”.

De ahí también que cuando, como consecuencia de los acuerdos del encuentro de Jedda, los precios del crudo comenzaron tímida pero sostenidamente a bajar, el presidente ruso Medvedev y su primer ministro, Vladimir Putin, ordenaron la sorpresiva invasión de Georgia, dijeron ellos que para defender los derechos humanos de los nacionales rusos de Osetia del Norte y de Sur, pero tengo para mi que con la intención real de que los precios contuvieran su caída y regresaran a la tierra prometida del 11 de julio: 147,50 dólares el barril.

Nostalgia enfermiza que también podría explicar por qué Medveded, Putin y sus peones caribeños, Chávez y los hermanos Castro, vienen desde hace un par de meses amenazando con el regreso de la Guerra Fría, insinuando o diciendo que el mundo está de nuevo al borde de un enfrentamiento bipolar, del choque de dos grandes potencias con sus aliados que otra vez nos tendrán al borde de la destrucción, pero no con bombas nucleares sino con precios del crudo de 200 y 400 dólares el barril.

Pero no, nada que avale eficazmente sus pretensiones, a no ser los soporíferos discursos de Chávez y una suerte de desfile de la chatarra militar rusa de la era soviética por aguas del Caribe, con la que presuntamente destruirán los arsenales gringos que ya les dieron a los comunistas exsoviéticos su tente allá.


Sueño que, como el regreso del socialismo real, la conversión de Venezuela en un enclave del imperio ruso de los zares Medveded y Putin, en una clínica de la salud física y mental de la moribunda revolución cubana, y laboratorio donde los venezolanos pasarían 50 años tratando de demostrar la eficacia de un sistema inviable y fracasado, vuela a transformarse en una pesadilla, pues no habrá más capitalismo en ascenso, crecimiento económico sostenido, ni estabilidad en los mercados mundiales para que Chávez continúe destrozando a Venezuela, América y el mundo a punto de alzas en los precios del petróleo.

Por lo menos, no durante este año venezolano crucial de elecciones y confrontaciones y donde se demostrará como nunca que Chávez despilfarró una oportunidad de oro para darle la mano a los más pobres y corregir algunos de los males crónicos del país.



En definitiva, que si hay una muerte que certificar en este sábado 12 de octubre con un precio del crudo que cerró ayer a 77 dólares el barril después de haber estado el 11 de julio pasado a 147,50 dólares, es el socialismo petrolero chavista que también se conoce como “socialismo del siglo XXI”, el conato de resucitar el socialismo real de origen stalinista y castrista poniendo a pagar la enorme factura de su nuevo fracaso a los países capitalistas que serían simplemente extorsionados con alzas de precios depredadores y exaccionadoras.




Pero también de pueblos como el venezolano, agarrado en la ratonera de una bonanza de la cual solo le tocaron migajas, mientras Chávez despilfarraba casi un BILLÓN de petrodólares dándole respiración boca a boca a economías quebradas como la cubana, tratando de darle oxígeno al neopopulismo de los esposos Kirchner al comprar bonos basura de la deuda argentina y, en conjunto, financiando a cuanto pillo del tipo Morales, Correa y Ortega quisiera darse la gran vida mientras le prometían que lo acompañarían en su cruzada alocada para destruir el capitalismo y restaurar el socialismo.Una pesadilla cuyo auténtico sabor comienza atragantársela al fundador del socialismo petrolero que también llamó socialismo del siglo XXI y si lo dudan, los invitó a que lo sigan en su próximo discurso.






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