lunes, 18 de febrero de 2008

Oriana Fallaci


Una ramita de olivo

... Continúa también la patraña de que el islam es una religión de paz, que el Corán predica la misericordia, el amor y la piedad. Como si Mahoma hubiera venido al mundo con una ramita de olivo en la boca y hubiera muerto crucificado junto con Jesús. Como si él mismo no hubiera sido un cortacabezas.

Continúa también el embuste del islam como víctima de Occidente. Como si durante catorce siglos los musulmanes no hubieran tocado jamás un pelo a nadie en España, en el norte de Africa, en Grecia, en los Balcanes y en Europa oriental; como si los hubiera ocupado mi bisabuela.

También continúa el fraude o la ilusión del islam moderado. Con esto se intenta hacernos creer que el enemigo está formado por una exigua minoría y que esa exigua minoría habita en países lejanos. Bien: el enemigo no es en absoluto una exigua minoría. Y lo teníamos en casa el 11 de septiembre de 2001, en Nueva York. Lo teníamos en casa el 11 de marzo de 2004, en Madrid. Lo teníamos en casa el 7 de julio pasado en Londres.

Los tenemos en casa desde hace más de treinta años. Es un enemigo que tratamos como amigo, que todavía nos odia y desprecia intensamente. Tal es esa intensidad que querría espontáneamente gritarle: si somos tan feos, tan malos, tan pecaminosos, ¿por qué no se vuelven a su casa? ¿Por qué están acá? ¿Para cortarnos la garganta o hacernos saltar por el aire?

De a millares

Un enemigo, además, que en nombre del humanitarismo y del asilo político (pero ¿qué asilo político?, ¿cuáles motivos políticos?) recibimos de a millares por vez, aunque los centros de recepción desbordan, estallan y no se sabe ya dónde ponerlos. Un enemigo que para reproducirse no tiene necesidad de la procreación asistida, de las células madres. Su tasa de natalidad es tan alta que, según el National Intelligence Council, a fines de este año la población de "Eurabia" se habrá duplicado. Un enemigo que transforma las mezquitas en centros de reclutamiento para los terroristas y que obedece ciegamente al imán.

Un enemigo que, en virtud de la libre circulación establecida por el tratado de Schengen, realiza correrías a su gusto por "Eurabia" para ir de Londres a Marsella, de Colonia a Milán. Puede ser un terrorista que organiza o materializa una masacre, puede tener encima todo el explosivo que desea: nadie lo detiene, nadie lo toca. Un enemigo que apenas se instala en nuestras ciudades exige alojamiento gratuito o semigratuito y hasta el voto y la ciudadanía.

Un enemigo que charla de integración y de multiculturalismo, pero nos impone sus propias reglas. Un enemigo que en los asilos desea abolir el pesebre y el Papá Noel, que el crucifijo sea sacado de las aulas. Un enemigo que en Inglaterra se llenó los zapatos de explosivos para hacer saltar por los aires a un avión. Un enemigo que en Amsterdam mató a Theo van Gogh por culparlo de filmar documentales sobre la esclavitud de las musulmanas y que después de haberlo matado le abrió el vientre y le puso una carta con una amenaza de muerte a su mejor amiga.

El enemigo, finalmente, para el cual siempre se encuentra un magistrado clemente, listo para excarcelarlo, y que los gobiernos eurobeos (no se trata de un error tipográfico, quiero decir "eurobeos" y no "europeos") no expulsan siquiera si es ilegal.

1 comentario:

  1. Excelente análisis, me pregunto cuanto tiempo falta para que haya un nro suficiente de individuos occidentales que defiendan su derecho a la diversidad con autenticidad. Hoy tenemos sujetos modernos que, en nombre de la igualdad, aceptan a quienes son la negación de la convivencia.
    Tenemos que darnos cuenta, y educar en consecuencia, de que lo importante es el derecho a ser distinto, no el derecho a ser iguales!

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